La frustración es una respuesta emocional que aparece como consecuencia de un conflicto psicológico ante un hecho no gestionado y su impacto sobre el niño o la niña varía según su personalidad.

¿Por qué aparece?

Los factores que generan la frustración son relativos y pueden ser diferentes en cada niño ya que, a algunos una situación les causará frustración mientras que a otros esta misma situación no les generará ningún problema. Esto es debido a las situaciones con las que hemos convivido, las cuáles nos preparan ante estos factores o, por el contrario, nos vuelven más vulnerables ante ellos.

¿Cómo afecta a nuestros hijos e hijas?

La frustración puede derivar en mecanismos de defensa como: ansiedad, rabia o angustia. Estas respuestas ante la frustración son en gran medida un mecanismo reflejo; mecanismos de defensa que surgen involuntariamente sin que nos percatemos.

Los mecanismos de defensa más frecuentes son:

  • Ansiedad: ante una frustración la niña o el niño puede desarrollar ansiedad, que puede ser liberada físicamente mediante conductas usuales como mover una pierna cuando estamos sentados, comernos las uñas, mostrarnos impacientes, etcétera.
  • Evasión: el niño o la niña al ver frustrada la posibilidad de alcanzar la meta que se había propuesto, llega a abandonar la lucha por lograr su objetivo
  • Agresión: ya sea de forma verbal o física
  • Huida y retirada: una niña o niño al sentir que en un ambiente o en una discusión se le ha coartado su meta y se siente frustrado, prefiere retirarse ante la imposibilidad de liberar su frustración mediante la agresión para así evitar el castigo que le podría acarrear el responder de forma agresiva
  • La presión: surge del intento de evitar acontecimientos negativos, en algunas ocasiones puede causar más estrés que los acontecimientos mismos.

¿Qué hacer cuando se sienten frustrados?

  • Lo primero es hablar con ellos para identificar la emoción asociada a esa frustración. Estarán enfadados, rabiosos, etc… Hablamos con ellos sobre lo que sienten y porqué
  • Les enseñamos a reconocer su error. Debemos enseñarles a no ver una situación frustrante como algo desagradable, sino como una experiencia más. Mediante nuestros errores crecemos y aprendemos
  • Les ayudamos a solucionar su problema o a alcanzar su objetivo proponiéndoles otra alternativa que les pueda facilitar la tarea.

Podemos trabajar la frustración a través de juegos de rol; jugando a que representen un papel en el que sabemos que podrían sentirse frustrados y guiándolos para que piensen en cómo podrían resolverlo, y/o a través de cuentos.

¿Cómo podemos evitar la frustración?

Evitar la frustración pasa por dos pautas básicas:

  • No sobreproteger
  • No conceder todo lo que piden y, mucho menos al instante.

En la práctica esto podría traducirse en:

  • Dejar que sean autónomos, no darles nunca todo hecho
  • Enseñarles a esperar
  • No ceder cuando se sienten frustrados y como consecuencia se enfadan o cogen una rabieta
  • Hablar sobre cómo se sienten y porqué para ayudarles a identificar lo que sienten y una vez identificado, buscar la manera de gestionarlo
  • Y lo más importante: enseñarles a esforzarse y ser perseverantes, buscando alternativas diferentes para resolver sus problemas.

Todo esto siempre con una actitud y un refuerzo positivo. Siempre que hagan un avance a la hora de alcanzar un objetivo, por pequeño que sea, reforzarles con abrazos, aplausos, besos o palabras de ánimo.

La idea es que se sientan orgullosos por su evolución, por lo alcanzado, evitando centrar la atención sólo y exclusivamente en el objetivo. En definitiva, fomentar su autoestima y enseñarles a tomarse las cosas con calma sin dejarse llevar por presiones externas.

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